Escritor no es sinónimo de soledad

 

Ser escritor no es sinónimo de soledad.

De hecho si piensas que si… creo que puedes estar equivocado.

No importa si se trata de un autor novel o un escritor de bestsellers: en algún momento, seguro se ha apoyado en personas de confianza para que su obra saliera adelante. Ya sea una lectora sensata, un amigo honesto o incluso su musa, ese acompañamiento marca la diferencia.

Ahora os contaré por qué considero tan necesario ese apoyo.


Sólo un sueño.

Me llamo Ruben y, desde bien joven, he sido lector de libros y cómics, jugador y director de juegos de rol, amante del cine y de las series. Siempre me gustó imaginar mundos, crear historias y plasmar pequeños fragmentos en forma de relatos cortos. La imaginación nunca me faltó pero mi narrativa no era tan buena como me hubiera gustado. A esto se sumaba que no era buen estudiante, y un probable TDAH sin diagnosticar, me llevó a dejar pronto los estudios y comenzar a trabajar. 

La inseguridad fue ganando terreno, y poco a poco perdí la fe en mí mismo. ¿Cómo podía alguien sin formación académica prosperar en el mundo literario? Nunca me atreví a mandar mis relatos a concursos, y mucho menos a escribir un libro. Con el tiempo, incluso dejé de escribir.


Un nuevo comienzo.

Un buen día, mientras trabajaba en una juguetería, conocí a la persona que, años después, se convertiría en mi compañera de viaje en este hermoso mundo literario.

Tras mucho tiempo de relación, le conté (entre muchas otras cosas) esos mundos que rondaban por mi cabeza: mundos de fantasía, magia y aventuras. Y por supuesto, todo el universo friki que me rodeaba y del que formaba parte. Algo en ella hizo clic.

Un día me dijo que quería escribir un libro, que tenía una idea. Me mostró una libreta llena de apuntes y el comienzo de una historia… pero no sabía cómo desarrollarla. No lo dudé ni un segundo: le dije que la ayudaría en todo lo que hiciera falta.


Mi nueva realidad.

Antes de darme cuenta, ya estaba inmerso en nuestro primer libro. En este proyecto, ella se centró en escribir la historia de una niña en las Islas Canarias, mientras yo desarrollaba la parte de fantasía y magia. Las ideas volaban en ambas direcciones, haciendo crecer más a los personajes y al mundo que los rodeaba. La verdad es que contar con alguien con quien compartir dudas e ideas hizo que la escritura fluyera mucho mejor. Si ella se atascaba con la historia, yo la ayudaba a avanzar. Si era yo quien tenía problemas con la construcción narrativa, ella lo revisaba. Y así, entre los dos, íbamos resolviendo cada obstáculo. 

Empezó como un pequeño proyecto con la idea de escribir un libro de unas 100 páginas. Un año después, teníamos terminado un manuscrito de unas 250… ¡y ya hemos comenzado un segundo proyecto!. Una gran locura, sí, pero de las buenas.



Conclusiones.

Es fundamental tener a alguien con quien hablar: un familiar, un amigo, foros o chats, o simplemente alguien en quien confíes. Esa persona puede ayudarle a salir de un bloqueo o a ver la historia desde una perspectiva diferente. A veces, una simple charla puede derivar en una lluvia de ideas muy interesantes.

Compartir fragmentos, capítulos o incluso el libro completo con personas de plena confianza (si no lo has registrado aún) puede ayudarte a detectar fallos importantes: agujeros de guión, personajes poco sólidos, incoherencias narrativas, etc. Una vez creas que está terminado, regístralo, y haz que lo varias personas se lean. Si coincide en que algo no funciona, probablemente merezca una revisión.

Por todo esto, si empiezas a escribir, no estás solo…o no deberías estarlo. Busca uno o varios cómplices y disfruta del proceso. Verás como todo fluye mejor. 

De hecho, sin mi compañera de viaje, no estaría hoy aquí escribiendo, con una novela a punto de ver la luz.

Y si quieres que profundice en algún punto, o crees que puedo ayudarte, no dudes en decírmelo. 


Un saludo ya más ver.


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